La semana pasada, cuando subía a mi coche al salir del gimnasio, comprobé que otro coche me cortaba el camino. Entré al gimnasio para que dieran el aviso y que el conductor retirase el coche. La recepcionista, tras repetir 12 veces el modelo, color y matrícula del coche, y tenerme 20 minutos esperando, empezó a llorar de la risa, se levantó y echó a correr. ERA SU PROPIO COCHE.
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